martes, 5 de mayo de 2009
El mar
Se despertó de madrugada. Estaba amaneciendo y los primeros rayos del sol comenzaron a iluminar la habitación. Sin embargo en aquella habitación no había nada que iluminar. Todo era oscuro, las paredes, la cama, los armarios, todo. Incluso ella, en lo más profundo de su ser, era oscura. ¿Pero quién le iba a decir que esa oscuridad tal vez un día acabaría por consumirla? Se levantó, molesta por el sol, y se dirigió al baño. Una ducha no le vendría mal, pero no tenía tiempo de cuidar su higiene, tenía cosas más importantes que hacer. Se preparó el desayuno. Era un desayuno bien cargado en grasas e hidratos de carbono, difícil de digerir para cualquiera. Primero unos huevos fritos, luego bacon y para rematar una hamburguesa. Ella era de complexión delgada, muy delgada, por lo que no le sentó nada bien y acabó vomitando en el baño. Su cita debería retrasarse. No le hacía ninguna gracia, ¿pero que iba a hacer? Para pasar el rato se puso a ver la televisión. Cuando el malestar general que tenía se le hubiera pasado podría volver a prepararse. En las noticias sólo daban noticias de muertes y otras desgracias. A ella eso no le importaba, ¿qué más da si no son personas conocidas? Aún así era lo único que podía mantenerla serena. Al cabo de una hora y media, ya cansada de ver siempre lo mismo, se levantó del sillón y se preparó un nuevo desayuno, pero esta vez no tan fuerte como antes. Sin embargo no debía ser ligero, debía ser algo pesado que requiriera mucho tiempo para digerirse y que al mínimo cambio de temperatura en el estómago le produjera un corte digestivo. Ella vivía cerca del mar, de hecho a tan sólo cinco minutos andando. Hasta ese día su vida no había sido nada productiva, su relación con sus amigos se había acabado, su madre había muerto unas semanas antes y su padre no la ayudaba en nada, sólo empeoraba más y más su situación. Su ex novio resultó ser un psicópata maltratador. Aunque al principio no lo parecía, con el tiempo se volvió cada vez más agresivo y acabó por romperle la mandíbula en la última pelea. Entró en una desesperante depresión de la que pensaba no saldría nunca. Lloraba cada día, no iba nunca a trabajar y rechazaba toda ayuda que sus antiguos amigos le ofrecían. Por eso tomó esa decisión. Y por una vez el mar la iba a ayudar. Cuando terminó de desayunar puso cuatro sartenes llenas de aceite al fuego y roció su casa entera con todos los productos inflamantes que encontró. No cerró la puerta con llave y salió a la calle. Iba vestida con la bata que usaba para dormir. Afortunadamente a esas horas no había casi nadie por la calle, además como era invierno hacía mucho frío y la gente prefería ir al trabajo en coche o en cualquier transporte público que andando o en bicicleta. Anduvo cinco minutos hasta que llegó a su destino, el lugar de la cita. Se sumergió en el nuevo mundo que la esperaba con los brazos abiertos. En aquel mundo ya no había sufrimiento, ni odio, ni amor, ni tristeza, ni alegría, ni ninguna otra emoción. Mientras se adentraba cada vez más en aquel nuevo universo, empezó a recordar cosas. Un mar de recuerdos se abrió ante ella. Entonces recordó porque estaba allí. No era fuerte y pensó que no podría superarlo, pero muy en el fondo sabía que lo podía conseguir. Pero nunca había confiado en ella y sólo pudo dejarse llevar. En cuanto lo entendió todo quiso escapar de aquel mundo oscuro, pero era demasiado tarde, la oscuridad ya la había consumido. Tuvo unos espasmos, debidos al corte de digestión, y finalmente dejó nuestro mundo con lágrimas en los ojos. Sabía que allá adonde iba no sería mejor que donde había nacido, pero ya no podía hacer nada por lo que se dejó llevar a lo más profundo del mar. Al día siguiente salió en las noticias una mujer que se había ahogado en el mar. Había un testigo que la vió meterse en el mar. Dijo que su mirada estaba perdida en el horizonte y que la llamó para preguntarle que iba a hacer pero que ella ni se dio cuenta. Se descubrió que el piso que ardió esa misma mañana era el suyo. Pero eso ya daba igual, porque ella estaba muerta y todo lo que dijeran de ella no le iba a importar, como siempre. Tal vez había estado muerta desde que nació y sólo ahora se había dado cuenta de lo valiosa que es la vida, ¿pero a quién se lo iba a decir? Ya nadie la podría escuhar nunca más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Diego:)
pues eso que me encanta como escribes y que m paso para verlo porq m ncanta leer tamb jeje.
Bueno yo antes escribia bastante pero ahora solo de vez en cuando.
Me parece que escribes genial y espero qe sigas asi. La musica tambien esta muy bien esta Pansy Division y d todo xd.
Vendras a puertas abiertas no? bueno estare currand n la tombola u.u' espero qe os paseis:)!

Un beso
maria.

A día de hoy...

Día 10 de noviembre de 2010: Siguen las mini-entradas. Diego

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