viernes, 17 de julio de 2009
Un dia de lluvia

Se levantó, como cada mañana, con la luz del amanecer y aquella suave pero fría brisa que soplaba durante toda la noche. Preparó el desayuno sin mucho entusiasmo; la noche anterior había salido por Picadilly y ahora tenía un poco de resaca. Una ducha fría le vino bien. Tenía muchas cosas que hacer aquel día, así que con un poco de prisa desayunó, se vistió y partió hacia Hyde Park. En una calle cercana, en el extremo noreste del parque, había visto una tienda de música donde vendían discos de vinilo que le interesaban: un single de John's Children, aquel grupo al que había pertenecido Marc Bolan durante su época mod, era su principal objetivo, no sólo por la curiosidad que le entraba por escuchar a tan gran artista en un grupo anterior a T.Rex, si no también porque solo costaba una libra; el otro era un LP de Big Star, más concretamente el primero que sacaron, que por problemas con los distribuidores no se llego a vender casi, aunque afortunadamente en aquella tienda estaba y por tan sólo cuatro libras, el siempre había sido un fan de aquel grupo. De camino a Hyde Park comenzó a llover. El tiempo siempre era variable, así que nunca se podía saber con exactitud si iba a llover o no. Cogió el metro en Knightsbridge y se dirigió a Marble Arch. Una vez allí entró en aquella tienda, comprobó que los discos de vinilo que quería estaban y no dudó en comprarlos. Ahora podría ser un poco más feliz escuchando cosas nuevas. Sin perder más tiempo, fue corriendo al metro para ir a Camden y comprarse aquellas maravillosas Converse, de edición limitada, de The Who que se vendían en las zapaterías de aquel lugar a un precio muy razonable. Por solo cincuenta libras había podido cumplir otro de sus pequeños sueños. Aunque lo más importante estaba por llegar. Tenía que estar en media hora en la abadía de Westminster, así que sin perder un minuto entró en la parada de metro de Camden Town. Cuando salio por Westminster ya no llovía, el cielo estaba casi despejado. Por la calle se movía una gran aglomeración de gente que casi no le dejaba respirar. En frente de la estación, un hombre sacaba una foto al Big Ben con el cartel de "Underground" delante. Lo que buscaba se encontraba sentado en un banco, observando el London Eye. Hacía mucho que no se veían. A medida que se acercaba al banco, los nervios y la ilusión empezaron a recorrer su cuerpo. Antes siquiera de decir nada, la persona del banco se levantó y le abrazó. Pero entonces volvió a llover. No tuvieron más remedio que correr bajo la lluvia y refugiarse en un café. Hablaron de muchas cosas y recordaron los momentos que pasaron juntos allí. Aquello les esbozó una sonrisa a ambos. Cuando dejó de llover, fueron al London Bridge para ver el arco iris. Un arco iris doble cubría todo el cielo con su color. La nostalgia les invadió sin querer. Pero eso les alegraba, porque sus vidas habían estado llenas de pequeños momentos que, de una manera u otra, les habían hecho como personas. Recordaban con alegría cada detalle, cada historia. No pudo evitar dejar escapar una lágrima, él siempre había sido un sentimental. Tal vez fue entonces, aquel año que estuvieron los dos allí, cuando él se dio cuenta de lo que de verdad quería en la vida y eso era algo que siempre debía recordar. Ahora era feliz y nunca podrá olvidar esas pequeñas cosas que le hicieron cambiar, porque al fin y al cabo, sin esos pequeños momentos de felicidad, ¿que sería de nosotros?

Diego
miércoles, 15 de julio de 2009
Abstraccion
En un instante miles de colores inundaron su ser. Uno tras otro daban forma a entes incorpóreos que se desplazaban por el lugar. Su mente ya no era capaz de entender que estaba ocurriendo. De pronto su cuerpo dejo de responder, poco a poco fue desapareciendo, entrando en otra dimensión. El sentido de aquello se lo había tragado la tierra, que empezó a escupir pedazos de sentimientos, de recuerdos, de otras vidas. Se veían imágenes abstractas que giraban en torno al epicentro de aquella implosión, mostrando emociones nunca vividas. Primero fue el rojo quien domino, pero en poco tiempo el azul tomo su puesto y sin siquiera avisar, el amarillo acabo por controlarlos. Un destello le cegó, lo que estaba experimentando no necesitaba de sentidos para percibirlo, solo imanación y una pizca de abstracción. En un solo segundo, lo que le rodeaba se había convertido en un cumulo de ideas inalcanzables. Y en la duración de un chasquido, a una velocidad vertiginosa, las cosas entraron en movimiento rotatorio. Se volvía a apreciar la realidad y su cuerpo volvía a reaccionar. Las dos dimensiones, que por un momento estuvieron juntas, se habían separado. Y así, todo volvió a la normalidad, o no.

Diego
domingo, 12 de julio de 2009
El gato
Ahí estaba el, con su rostro pálido y toques oscuros. Miraba hacia el horizonte, la mirada perdida, sin pestañear. Parecía que, si cruzabas delante de el, pudiera ver a través. Con cierta gracia giro la cabeza y casi sin esfuerzo, consiguió rotarla ciento ochenta grados y sacar la lengua para limpiar su parte mas inaccesible: los omoplatos. Nadie podía molestarle mientras hacia su tarea. En aquel momento, el mundo a su alrededor se había parado, y solo existía el. Ni siquiera aquella mosca que minutos antes había estado a punto de cazar podía desconcentrarle ahora. Con un suspiro dejo lo que estaba haciendo y empezó a limpiarse las manos. Aquellas manos eran todo para el, sin ellas no podría hacer nada y por ello les dedicaba mucho tiempo al día, para que estuvieran limpias y bonitas, listas para ser usadas. Procedió entonces con el resto de su cuerpo. Trago una gran cantidad de pelo, pero aquello tenia fácil solución: su estomago era capaz de soportar casi cualquier cosa que se llevara a la boca. Eso lo convertía en alguien inconsciente, inconsciente de los peligros ligados a su alimentaron, puesto que casi nunca se paraba a pensar lo que comía. Esto luego le traía varios problemas, pero que parecían no inmutarle. Tal vez vomitara pelo al día siguiente, pero eso a la hora se le iba a olvidar. Su memoria no era capaz de almacenar tanta información, solo recordaba lo que oía y veía cada día. Su nombre, por ejemplo, era algo que había asumido desde que se lo pusieron, y no dudaba en acudir cuando le llamaban, tal vez por obediencia o puede que solo para ver si le iban a dar comida. Era un ser avaricioso, pero no porque quisiera sino por naturaleza. Todo lo quería para el, robaba el sofá a su dueño, se comía la comida de los demás... siempre conga lo que quería. Además no era agradecido. De hecho, si hacia algo bien, había que darle una recompensa para que no se enfadara y por supuesto luego no se podía esperar un muestra de agradecimiento. Pero es que el era así, y así iba a quedarse toda su vida. Si le acariciabas ronroneaba, era su manera de decir que le gustaba, en cambio si le tocabas mientras dormía o cuando no tocaba, movía la cola de una manera un tanto extraña, signo de que estaba inquieto o incluso enfadado. Aunque no se enfadaba con facilidad, y eso era bueno, así, cuando venían invitados, se podía estar seguro de que no iba a dar problemas, todo lo contrario. Si era gente nueva la que entraba en casa los ola primero, el tiempo que hiciera falta, como si estuviera oliendo sus pensamientos, sus emociones, si veía que era una persona de fiar se dejaba tocar pero si no... ya podía olvidarse de el. No valían ni elogios dichos con tono agudo ni intentos de atraerle con comida, el siempre huía. Además de codicioso era cobarde, pero en el fondo era muy bueno y todos lo sabían, por eso era tan querido en aquella casa, y tan mimado. Muchos como el, que tenían la mala suerte de vivir en la calle, desearían estar en su lugar, pero el eso no lo entendía. Su capacidad cerebral empezaba y acababa en el y en sus intereses. Era pues un ignorante. No tenia que trabajar ni preocuparse por su comida, ni siquiera por el momento de su muerte. A veces me gustaría ser el, solo para olvidarme de mis obligaciones y de lo dura y cabrona que puede llegar a ser la vida.
Diego
viernes, 10 de julio de 2009
Una muerte electrica
"At my age," said Mrs Rundle with a sigh, "there is always someone to wear black for. If not inmediately, then sooner than later." The vowel in later came out immensely elongated, as if steamrollered flat-leeeeeeter. "You'll catch your death, dear, with bare feets on a stone floor."
Aquel día no era especial, para nada. Sólo podía mirarse al espejo y repetir una y otra vez a aquella persona que aparecía en el cristal que debería adelgazar. ¡Menuda estupidez! ¡Aquel chico estaba en los huesos! Aunque ya era sabido por todos que él lo veía todo agrandado, deformando la realidad. Aquella realidad no era más que un gran objetivo de una cámara en modo angular, con gran sensibilidad a la luz y mucho zoom óptico. Claro estaba que así ningún detalle se le escapaba. Ni los sentimientos de la gente, ni la hipocresía, ni cualquier secreto oculto en lo mas profundo de la mente. Por eso le odiaban, porque decía a todas horas lo que los demás pensaban, aunque de él no decía nada. Sólo podía mirar al espejo y soltar una retahíla de defectos al pobre chico que aparecía. Pero aun así el chico no parecía inmutarse, solo le seguía el juego. Al final acabo rompiendo el espejo. La frustración empezó a recorrer su cuerpo, pero aquel sentimiento no podía ser expulsado. Le iba consumiendo la desesperación, el odio, la ansiedad. Ya ni salía de su habitación. Dejo de comer, de beber y de hablar. Dejo de pensar. Dejo de sentir. Entonces se vio reflejado en la ventana y lo comprendió todo, pero era demasiado tarde. Así que decidió volar, que era la opción mas instintiva para una mente que ya no pensaba. Y así desapareció de la vida de muchas personas a las que había herido. En el fondo quería disculparse a aquel chico del espejo que tal vez estuviera ahora en el mismo sitio al que iba. Llegó a una habitación oscura, había una camilla en el medio. Se tumbó y poco tiempo después, la habitación se iluminó. Habían rayos de luz por todas partes. Se respiraba electricidad en el ambiente. De pronto un shock. Todo era caos a su alrededor y sin quererlo se durmió. Alguien tendrá que vestirse de negro esta vez.

(Estoy en un teclado inglés así que no hay acentos... además el corrector no me lo quiere corregir, no sé porque, así que quien lo lea encontrará mil faltas de ortografía, lo siento u.u)
(Ya está corregido ^^ perdón por las molestias!)

Diego
miércoles, 1 de julio de 2009
Atrévete a pensar
Ya lo dijo Kant con su Sapere Aude, atrévete a pensar. Vivimos en una sociedad ficticia, donde todo lo que nos rodea ha sido manipulado. Todo lo que vemos y oímos ha sido creado para confundirnos. Cada vez, más gente pierde su espíritu crítico, se deja llevar por las masas, por lo que dicen en la tele, por los periódicos, la radio... La política es un ejemplo, ahí nadie dice la verdad, algunos incluso mienten, se aprovechan de la credulidad de la gente. Otro ejemplo es la iglesia, mienten a los devotos para aprovecharse de ellos, para sacarles dinero, cuando ni ellos mismos se creen lo que dicen. ¿Pero eso a quién lo importa? Cualquiera me diría que soy un intolerante, porque nadie se ha parado a pensar. Sí, pensar. Pensar es algo necesario. Si todos lo hiciéramos tal vez no habrían tantas guerras, o sin ir más lejos la crisis que estamos viviendo. Si pensáramos este mundo sería, sin lugar a dudas, un lugar mejor en el que yo me sentiría muy a gusto. En realidad pensar es lo más fácil que hay, sólo hay que detenerse, observar lo que nos rodea y preguntarse "¿por qué?", ¿es eso tan difícil? Por lo que parece sí. No echo la culpa a la gente, porque sé que no son ellos quienes la tienen, se la echo a los que detrás de una sonrisa amable y un discurso concreto (y poco convincente, pero de esto sólo te das cuenta si piensas) convencen a la gente a que les sigan, prometiéndoles cosas que ni siquiera podrá conseguir, criticando a los que se oponen a él y diciendo simplemente "yo digo la verdad". Claro, tú dices la verdad, ¿me lo podrías demostrar? No, por supuesto que no, pero lo peor es que nadie se lo va a preguntar, porque nadie se ha parado a pensar si podría estar equivocándose. Pensar es más importante de lo que la gente cree, y lo acabo de demostrar. No hace falta ser muy listo para darse cuenta. Desgraciadamente ya no creemos en nuestro criterio, creemos en el de alguien ajeno a nosotros, y eso es muy triste. Y así de bien vamos, parece que nadie se atreve a pensar. ¿Pero por qué? ¡Somos libres y debemos aprovecharlo! Antes, en la dictadura de Franco, no se podía pensar, pero ahora sí. Parece que ya nadie se acuerde de lo que la gente sufrió en aquella época, no poder decir lo que pensamos, es frustrante. Pero ahora que sí se puede, nadie lo hace, igual que ir a votar. Si Kant viera esto se sentiría muy defraudado, ver que nadie se ha atrevido a hacer lo que todos deberíamos hacer, a opinar, criticar, defender nuestros ideales, preguntarse el por qué de las cosas. Lo siento Kant, la gente no te ha hecho caso, aún así no pierdas la esperanza, porque eso es lo último que deberíamos perder.

Diego

A día de hoy...

Día 10 de noviembre de 2010: Siguen las mini-entradas. Diego

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