― Perdone, ¿Es usted el novio de la señorita Harry?
― Sí, soy yo ¿Qué quieren?
― Sólo hemos venido a hacerle unas preguntas.
Llegó a su destino. Era un edificio precioso, de ladrillo rojo, situado en la parte más cara de Notting Hill. Por la calle circulaban coches de gama alta y por la acera paseaba gente vestida con ropa de primeras marcas. Se acercó al portal y pulsó uno de los botones del telefonillo. En seguida una voz muy familiar contestó, Anne se sintió aliviada y le dijo que era ella y que necesitaba hablar con él. Subió por las estrechas escaleras hasta el segundo piso y allí llamó a la puerta. Un hombre mayor, de unos sesenta años de edad abrió la puerta. Era él, sin duda. Había sido desde siempre el que había llevado las cuentas de la empresa de su padre y ahora llevaba las de Anne, era un gran economista y sabía en todo momento que empresas iban bien, cuando era el buen momento para cotizar en bolsa, en que empresas había que invertir, que acciones debían comprar o vender, y siempre les había salvado de la quiebra. Pero ahora debería ayudarla para hacer todo lo contrario. Anne le contó la situación en la que se encontraba y le pidió suplicándole que la ayudara. El hombre se dio cuenta en seguida por lo que estaba pasando Anne y no dudó en ayudarla. Siempre había sospechado del señor Harry, pero nunca había tenido pruebas, además aquellos bajones repentinos de la empresa no eran normales, menos aún teniendo en cuenta que si se seguían los consejos de aquel hombre nunca deberían tener problemas. Después de una larga conversación Anne cogió su portátil y traspasó millones de euros a diferentes cuentas e invirtió lo que le quedaba en empresas que iban a pique. Ahora sólo debía esperar el resultado y si todo iba bien en unos días podría cerrar su empresa.
Dos hombres sentados en unas sillas enmohecidas negociaban. Se encontraban en un hangar abandonado, cerca de una base militar del ejército de los Estados Unidos. Uno de ellos llevaba una pistola en la mano, más concretamente una pistola del ejército. El otro tenía un rostro muy familiar.
― Quiero que la mates, no importa cómo ni dónde, pero quiero que desaparezca. Ya nos ha causado demasiados problemas. Esa pistola que te acabo de dar es propiedad de un soldado que murió el año pasado así que no podrán identificar al que ha usado el arma, además eso les desconcertará puesto que esa pistola debería estar enterrada con el soldado. Aparte de ese pequeño detalle si no dejas pruebas todo saldrá bien.
― Confíe en mí señor, esa maldita hija de puta pagará por lo que nos hizo.
― No sé muy bien como decirlo, pero la señorita Harry falleció ayer... fue asesinada.
― No... no puede ser... ¿Cómo es posible? ¡¿Quién ha sido el malnacido que la ha matado?! ¡¿Quién ha sido?!
― No lo sabemos aún, pero creemos que usted nos podría ayudar. Necesitamos cierta información sobre la compañía que tenía Anne.
― Ahora mismo me gustaría estar a solas... Marchaos por favor.
Diego