lunes, 3 de agosto de 2009
Una parte de mí
Escribir sobre mí es todo un reto. Y no sólo un reto, es también una pérdida de tiempo, como contar números intentando llegar hasta el infinito. Mi vida se resume en el movimiento de una ola, cuando todo va bien la ola rompe y crea espuma removiendo el interior del agua, las algas, los peces, pero cuando ya no le quedan fuerzas vuelve al mar llevándoselo todo consigo, arrastrando sus penas y pesares. Es tan simple como complejo, y aunque no sea del todo cierto, ahora mismo mi estado de ánimo se ve reflejado en ese movimiento monótono y aburrido. No sé lo que quiero, y cuando parece que lo consigo se desvanece. Lo podría llamar una etapa de transición, pero no serían más que palabras para intentar justificarme; lo que estoy viviendo no se puede describir con palabras, ni con hechos, ni con música o imágenes. Sólo se puede sentir. A raíz de lo que siento, miles de problemas surgen, se desarrollan y me hacen tomar decisiones que nunca pensé que tomaría. Aparecen dilemas que me persiguen, me atormentan y que se acumulan. Al final, cuando lo suelto todo, es como si me hubiera convertido en un maremoto; ya no es una simple ola que rompe en la orilla, ahora son metros de agua que destruyen todo a su paso, dañando a veces cosas de gran valor para mí. Cuando regresa la calma surgen nuevos problemas y el ciclo vuelve a empezar. Ojalá encuentre alguna vez esa calma, para que yo y los que me rodean puedan vivir en paz. Pero es que es tan difícil; la luna seguirá ejerciendo su atracción y las olas nunca acabarán, por eso sólo puedo pedir que esta etapa se acabe, para que, de una vez por todas, pueda ser yo mismo, y aunque siempre hayan obstáculos que saltar no se acumulen y provoquen un desastre que no se pueda reparar.

Una ola sin rumbo

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