martes, 12 de mayo de 2009
Cosmic Dancer, Rabbit Fighter, Dandy in the Underworld
Sí, ahí está él otra vez. Su voz de nuevo, su modulada voz, que se contonea; que se dobla y se desdobla como un contorsionista lo haría; que se quiebra paulatinamente y tartamudea guturalmente unos segundos, como si su voz saliera de las más recónditas profundidades, para volver a la carga con más intensidad, continuando por más tiempo que antes. El volumen es usualmente estable, ni baja ni sube, pero el tono va pasando de agudo como suele ser a grave de repente, y estos cambios son los que le dan chispa y enganchan, de manera que interiormente estás rezando para que vuelva a hacer sus jugueteos vocales. Su voz es gangosa, pastosa, dulzona, almibarada, melosa, empalagosa… como un pastel con azúcar glasé por encima de la cubierta de dulce de leche. Es una de esas voces que se te queda grabada en lo más hondo de tu ser. Si tuviera que ponerle un color a su voz, sería rosa fosforescente. A veces te aflora el recuerdo de ese sonido, el lejano tintineo vibrante de sus cuerdas vocales te estremece, y hace que necesites volverlo a escuchar. Pides por más. Aquí y ahora, no importa cómo, necesitas oírlo de nuevo. Y para rematar, al final suelta unos gemidos que te trastornan. Simplemente te vuelven loco. Y luego su guitarra, que parece que te desgarre las entrañas con cada nota. Y piensas “Más, quiero más; otra vez más, por favor”. Cuando lo vuelve a hacer suspiras y te tranquilizas para que luego te entre el gusanillo otra vez. Es un proceso que se repite, como un ciclo. Caes en una espiral azul, blanca y roja de la que ya no puedes salir, ¡básicamente porque no quieres hacerlo! Es el mejor lugar donde podrías encontrarte. Has probado la fruta prohibida, y ya no hay marcha atrás. Ese sabor es tan exquisito que ningún otro se podría equiparar. Sus susurros, tú sabes que te están llamando, que te inquieren algo más, te incitan a cometer locuras por seguir escuchándole. Al ver que te recompensa, todo se te viene encima y caes redondo. Ya puedes morir en paz. Quedas totalmente cautivado y eres prácticamente suyo, se mire por donde se mire. Has sucumbido, y tú sabes que eso es lo que quiere él, aquél que es la tentación personificada.

Nada en este mundo (no descarto otros) puede llegar a ser como él.

Esto es lo que cualquier persona que no esté en su sano juicio sentiría al escuchar a Marc Bolan. Solamente describo el tema de lo que es la música, de qué van él y sus letras ya es otra historia. Lo que representa, lo que creó, de lo que formó parte, que no es moco de pavo, cada uno que indague; no me gusta tener que explicar hechos, es más divertida la subjetividad.
Pero es que él está rodeado por una aureola de polvo cósmico y estrellas de cristal, tiene que ser eso, para que atraiga tanto. Seguro que la camufla con ese echarpe que siempre lleva enrollado al cuello.

Y pensar que tan sublime existencia de exorbitante encanto se quedó a manos de otra persona en la carretera.




ARIZONA DYLAN

1 comentario:

Pier 39 dijo...

Que fuerte, yo comentando en mi propio blog xD me ha gustado mucho arizona :) sobre todo porque Marc Bolan es algo parecido a un dios. Yo sólo le he escuchado en T.Rex (porque de John's Children nada de nada) y te aseguro que me he sentido identificado jaja (bueno no era tan exagerado). Sigue así!

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