jueves, 30 de abril de 2009
La calle
Llegó a aquella calle donde sabía que encontraría lo que buscaba. La calle era amplia, por lo que la luz del sol entraba en ella sin dificultad. Pero ya estaba anocheciendo y la calle se oscurecía cada vez más. Las casas eran antiguas, de principios del siglo veinte, o incluso de finales del diecinueve. Cada una estaba pintada de un color diferente, aunque todas le daban un tono apagado a la calle. Eso le daba un cierto encanto a una calle que no era para nada bonita. Muchos coches habían aparcado delante de las casas y habían manchado con su aceite las losetas de la calle - cabe precisar que la calle era peatonal. Además también estaba manchada por los vómitos y la basura que los jóvenes habían dejado allí la noche anterior. Lo peor es que, al ser una calle poco transitada e importante, los barrenderos casi nunca pasaban por allí. En el aire se respiraba un olor a descomposición venido de las alcantarillas y un toque de orina animal y humana. Cada día, una mujer con un carrito de Mercadona, se paseaba por la calle, mirando a la gente y riéndose sola. En una de las casas había un nido de palomas que degradaban la fachada de las casas de alrededor cuando hacían de vientre. Pero a él todo esto no le importaba. Él había venido aquí para encontrarse con alguien. Desde que se marchó no había dado noticias a nadie. Habían pasado cuatro años desde entonces, pero todavía se acordaba de ese lugar. Llamó a la puerta de una casa antigua, de principios del veinte. La fachada estaba reformada, pero la puerta era la misma que habían tenido siempre. Era una gran puerta, de unos tres metros, de madera robusta y llena de carcoma. Cuando se abrió, la persona que salió no creía lo que veía:
"¡Feliz cumpleaños papá!"

Ayer fue el cumpleaños de mi padre (no diré su edad, no vaya a ser que luego me diga algo) y me apetecía escribirle un texto en el que se describa una calle muy familiar. Ya se que es un poco desagradable la descripción, pero quería que lo fuera (que nadie se confunda, es cierto que está un poco sucia pero no es tan exagerado como yo lo he descrito) para que así se notara más el contraste con el feliz cumpleaños y fuera más alegre :P.

1 comentario:

Ximo dijo...

Algún día la calle, esa misma calle que describes, detendrá el paso del tiempo, quizás cuando la observes desde la atalaya de los años -como esas imágenes que se quedan clavadas en la pupila- y entonces te acompañará ya para siempre. Formando parte de tu vida, escribiendo los pasos de tu propia existencia, abriendo un nuevo horizonte cada mañana para salir y ver la luz del mundo, para descubrirlo cada día con el ímpetu irrefrenable de la vida.
¡Gracias, Diego! Tu texto ha sido el mejor regalo de cumpleaños...

A día de hoy...

Día 10 de noviembre de 2010: Siguen las mini-entradas. Diego

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