domingo, 5 de abril de 2009
Apagón
Entró con su portátil para trabajar un rato. Era el sitio perfecto: poca gente, un ambiente cálido, música suave de fondo y ese olor a café tan agradable. La gente que había a su alrededor mantenía conversaciones animadas mientras se bebían su café y comían algo de bollería industrial. Él se sentó y pidió un té verde con un gofre de chocolate y nata. No le gustaba el café, desprendía buen olor pero era amargo y no le solía sentar bien, sin embargo el té le ayudaba a concentrarse además de ser dulce, sabroso y digestivo. El gofre no era más que una pequeña delicia para calmar el hambre, así de paso no tendría que prepararse mucha cena. Mientras trabajaba miraba a su alrededor, se sentía solo, pero no podía distraerse. Tenía que anteponer el trabajo a lo demás, al amor, a la familia e incluso a los amigos. ¿O acaso era eso lo que intentaban que creyera? Durante su vida había tenido mucho éxito, había ganado dinero, mucho dinero y había conocido a gente increíble... Pero ahora sólo le quedaba aquella casa que se había comprado en el centro para estar cerca del trabajo y nada más. Había visto pasar por delante de sus ojos la vida, pero no le dio tiempo a aferrarse a ella, se le escapó de las manos la oportunidad de cambiar, pero cegado por la codicia había acabado solo. Había invertido tanto en su futuro que cuando su futuro se derrumbó él se derrumbó con él. Pero eso son casualidades de la vida ¿no? Ahora que ya no tenía a nadie sólo podía esforzarse de nuevo y empezar de cero. Y si el destino lo quería, podría encontrar de nuevo la felicidad. De pronto, la luz se fue. Se escucharon algún que otro grito y de fondo al encargado del café pidiendo a la gente que se calmara. Él estaba calmado. Cerró su ordenador, lo guardó, dejó el dinero del té y del gofre y se dispuso a marcharse. Pero en cuanto dio unos pasos se chocó con una persona. Se disculpó y prosiguió con su marcha, pero una mano le agarró del brazo e hizo que se girara. Descubrió, gracias a la silueta, que era la misma persona con la que se había chocado. Le preguntó si quería algo pero ella no contestó. Al cabo de un rato aquella persona le preguntó si se acordaba de quien era. Él no podía creerlo, habían pasado diez años desde la última vez que se habían visto y desde entonces sus vidas habían dado un giro. Era ella sin duda. El camarero empezó a poner velas en las mesas para que los clientes pudieran ver. Decidieron sentarse en la mesa en la que antes él se había sentado. Ella pidió un gofre con chocolate y nata. Cuando se miraron no sabían por donde empezar, habían pasado tantas cosas durante aquella década. Todavía se acordaban cuando tenían aquel grupo de música, los viajes a Estados Unidos... Fueron grandes momentos que aún no habían olvidado. Pero ahora él era un pobre desgraciado que vivía para trabajar mientras ella triunfaba en lo que le gustaba hacer. Ojalá pudiera volver al pasado y revivir aquellos momentos, pero no podía. Ella se dio cuenta de su angustia y le propuso que dejara de trabajar en lo que estaba trabajando y que se dedicara a lo que le gustaba, que viviera la vida de verdad y no en una mentira como lo había estado haciendo hasta ahora. Pero eso era muy difícil y él no tenía el valor de empezar de nuevo, otra vez, dejando atrás todo el esfuerzo que había empleado para forjar un futuro prometedor. Ella le contestó que si no salía ahí fuera a hacer lo que de verdad le gustaba nunca encontraría la felicidad. Pero sobretodo que no se rindiera cuando se encontrara con todo en su contra. Y era eso lo que realmente le asustaba, el fracaso, no quería volver a caer. ¿Pero qué sería de la vida sin obstáculos de los que aprender? Ella se levantó y le tendió la mano, "te voy a llevar a la entrada de tu nueva vida" le dijo, él, decidido, aceptó la invitación y agarró su mano con fuerza, para que no escapara, no esta vez y así poder comenzar de nuevo, con una nueva vida que le depararía miles de sorpresas y tal vez más casualidades como ésta. Lo cierto es que ya no se le volvió a ver en su trabajo, había dimitido. Comenzó a trabajar en lo que de verdad quería y aunque no le fue muy bien, encontró la felicidad que era lo más importante en su vida. Ya no moriría vacío. Y todo gracias a ella que ya desde que se conocieron le había abierto los ojos a muchas cosas que desconocía.

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