martes, 9 de noviembre de 2010
...Y puede terminar...

Se dirigía a la estación de trenes. Caía aguanieve. El frío empezaba a entumecer los dedos de las manos. Ya en el andén, con la maleta y el billete, subió sin más demora al tren. Su asiento se hallaba a la izquierda, al lado de la ventana. Se sentó, se quitó el sombrero y abrió un periódico. Se anunciaba una gran helada y a la vez se celebraba el centenario del tren en el que se encontraba. Coincidencias. Despertó unas horas más tarde y al abrir los ojos se encontró con la mirada de una bella mujer. Ella le miraba con picardía. Pero de pronto se escuchó "Final de trayecto", y la multitud les arrastró hasta la salida de la estación de destino sin poder siquiera volver a mirarse. Lo bueno de los viajes en tren es que somos nosotros quienes elegimos el comienzo y el final del mismo, y su transcurso también. Pero lo que allí empieza, allí acaba.

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Día 10 de noviembre de 2010: Siguen las mini-entradas. Diego

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